47 Ronin: La historia de los leales Samuráis de Ako

“Pocas veces en la Historia un hecho ha tardado tan poco tiempo en convertirse en mito”

La singular hazaña de los 47 ronin es una de las leyendas nacionales más conocidas y significativas del Japón, habiendo traspasado sus fronteras e influyendo notablemente en la conformación del carácter y la idiosincrasia de su país a lo largo de los siglos.

Yoshinaka, antiguo maestro de ceremonias del palacio del shogun, y valiéndose de la sorpresa y de un plan de acción perfectamente planificado, se enfrentaron victoriosos a más de doscientos enemigos, localizando a su objetivo principal, el propio Kira, decapitándole y llevando su cabeza como ofrenda hasta la tumba de su antiguo señor, Asano Takumi-no-Kami Naganori.

Se cumplía así una justa venganza, cuyo origen se remontaba prácticamente a casi dos años atrás, cuando, en 1701, el señor Asano había sido provocado por Kira en el interior del palacio del shogun, obligando al primero a que sacara la katana bajo su noble techo, lo cual estaba terminantemente prohibido y penado con la muerte. Pese a las súplicas de sus hombres y los testimonios que culpaban de los hechos al mezquino Kira, Asano fue condenado a morir, infligiéndose el seppuku o hara-kiri, último honor reservado a todo samurái o daimio (señor feudal) sentenciado a muerte. El joven amo del señorío de Ako acató el veredicto sin protestas, practicándose el doloroso ritual de inmediato. Su viuda se exilió al Templo de Sengakuji, en Edo, mientras su castillo y sus tierras eran expropiados por el shogun, dejando a los samuráis a su servicio, que llevaban décadas con la familia Asano, convertidos en ronin, es decir, samuráis sin amo. Fue el consejero principal del castillo de Ako, situado a buena distancia de Edo, el caballero Oishi Kuranosuke, quien reunió a su alrededor en secreto a los más fieles servidores de su difunto señor, conjurándose para vengarse y hacer justicia, pues el caballero Kira había sido exonerado de cualquier culpa por el consejo del shogun.

Veintidós meses de penalidades, miserias e ignominias pasaron para los ronin, durante los cuales Oishi Kuranosuke aparentó convertirse en mujeriego y bebedor, abandonando a su familia, a fin de despejar cualquier sospecha de las autoridades en cuanto a sus planes de venganza. Sin embargo, junto a sus fieles cuarenta y seis seguidores, finalmente, aquella noche de invierno, cuando ya nadie lo esperaba y sus nombres eran objeto de burla y vergüenza, Kuranosuke cumplió su palabra, llevando a cabo una hazaña inmortal, en la que unos pocos se enfrentaron a muchos… Sabiendo que el único destino que les aguardaba, a pesar de la victoria, era la muerte: todos ellos serían condenados a su vez a practicarse el hara-kiri, a excepción del más joven entre todos, perdonado por el propio shogun Tsunayoshi. El veinte de marzo de 1703 (fecha occidental) los 46 ronin se hicieron el seppuku, siendo enterrados frente a la tumba de su señor, en el Templo de Sengakuji. Años después, gracias a su sacrificio, el nombre de la casa de Asano sería restaurado y su honor restablecido. Terminaba así el sangriento episodio conocido por los historiadores como Incidente de Ako o Incidente Genroku (aludiendo esto último a la Era del calendario japonés en que tuvieran lugar los hechos). Pero comenzaba la leyenda.

Los cuarenta y siete samurais (Los leales 47 Ronin) (1941)

La opinión popular y la simpatía de las gentes estaban, casi unánimemente, del lado de los 47 ronin, que habían combatido y entregado sus vidas para defender el honor samurái, en una época en que este parecía haber desaparecido. De inmediato, apenas semanas después de los hechos, comenzaron a representarse obras de títeres (joruri o bunraku) inspiradas en los sucesos, aunque siempre con los nombres, fechas y ciertos detalles alterados, para escapar a la censura del shogun. Una de estas obras, “Kanadehon Chushingura”, bautizó el género dedicado a glosar la hazaña de los ronin como “Chushingura”, que viene a significar “tesoro de los siervos leales” y sigue utilizándose hoy día como sinónimo de su trágica aventura. Más de doscientas películas, incontables obras de teatro kabuki, poemas, novelas, libros de Historia, algunos desde ópticas revisionistas y desmitificadoras, pero también series de televisión, mangas y animes, han convertido “Chusinghura” en el equivalente nipón a las historias del Rey Arturo, Robin Hood, El Cid o Jesse James y los desperados del Oeste Americano. Su nombre simboliza las más altas virtudes de entrega, sacrificio, paciencia y heroísmo de la cultura samurái y, por extensión, del pueblo japonés. En Occidente, su popularidad creció inmensamente al publicarse en inglés, hacia 1880, la novela “47 ronin. La historia de los leales samuráis de Ako” (reeditada ahora en castellano, en edición crítica y comentada, por la editorial especializada en cultura nipona Satori), del autor japonés Tamenaga Shunsui, convenientemente adaptada al gusto occidental, y auténtico best-seller capaz de conquistar a lectores tan ilustres como el mismísimo Theodore Roosevelt o el escritor Robert Louis Stevenson. Las tumbas de los 47 ronin -el samurái perdonado fue también enterrado junto al resto, tras su muerte con más de ochenta años de edad- constituyen un verdadero santuario, visitado anualmente por miles de japoneses y extranjeros, que siguen rindiendo asombrado homenaje a estos héroes singulares, símbolo de una cultura y una tradición no menos únicas.

Descripción a detalle de la Historia

Corría el año 1700, en plena época feudal del Japón medieval. El país estaba dividido en territorios, cada uno a manos de un hombre feudal, o daimyo, que contaba con un grupo mas o menos grande de samurais que velaban por su vida.

Uno de estos daimyos llamado Asano Takumi No Kami recibió el encargo del mismísimo Shogun (el señor de la guerra, el mayor mando militar de Japón en esta época) de preparar un convite para recibir a unos invitados de la familia imperial. Pero Asano, señor humilde donde los haya, no era muy dicho en historias de etiquetas y pidió ayuda a uno de los maestros de protocolo del bakufu y gran conocedor de la vida cortesana: Kira Kozukenosuke; para lo cual le hizo llegar unos presentes que Kira encontró muy insuficientes, casi una afrenta. Sin embargo no renunció al reto y aceptó echarle una mano, aunque luego veremos como la mano se la echó, pero al cuello.

Kira, un tipo difícil, perverso y envidioso enseño a Asano las artes del protocolo, pero de forma equivocada, buscando su puesta en evidencia delante de los emisarios y del propio emperador y por consiguiente su caída. Asano, herido en su orgullo, se encaró con Kira en el propio palacio llegando incluso a desenvainar su espada y atacar a su adversario hiriéndole en la cara.

Los samurais que estaban bajo las ordenes de Asano quedaron entonces sin la figura de un señor a quien defender y en estos casos, siguiendo el código de los samurais, lo normal era que ellos mismos también cometieran seppuku. Pero este caso fue diferente y renunciaron a mantener el honor de su señor -aparentemente- y prefirieron una vida de ronin, o sea, caminantes errantes sin la protección de un señor, que vagabundean en busca de trabajos puntuales. Pero antes de marchar firmaron un pacto de honor por el cual juraron vengarse de Kira.

Shogun Tokugawa Tsunayoshi

De todos los que firmaron el pacto fueron 47 los ronin que se reunieron de nuevo dos años después, con Ôishi Kuranosuke, antiguo consejero del clan, a la cabeza. Pasado este tiempo prudencial en Kira se había disipado la idea de que pudieran tomar represalias contra él, sin embargo, no podía estar más equivocado. Los 47 samurais entraron en su palacio y sortearon la defensa ferrea que protegía al señor llegando hasta su dormitorio. Allí le ofrecieron cometer sepukku para mantener su honor, pero Kira, un tipejo asqueroso y por lo visto cobarde, no fue capaz y Ôishi le cortó la cabeza usando la misma wakizashicon la que, dos años antes, su señor había utilizado para acabar con su vida.

Cuando la noticia llegó a oídos del Shogun este no tuvo más remedio que sentenciar a los 47 samurais a muerte. El 14 de diciembre de 1702, pese a las voces contrarias del pueblo, que admiraba el valor de estos heroes, los 47 ronin, dispuestos de rodillas uno al lado de otro, se abrieron las tripas juntos y fueron decapitados a la vez.

Los restos de estos formidables guerreros se colocaron en tumbas alrededor del lugar donde descansaba su señor, protegiéndolo incluso en la otra vida, y hoy en día pueden visitarse.

El lugar exacto es el templo Sengaku-ji, en la parte suroeste de Tokio.

Templo Sengaku-ji

Y allí se encuentran, las 47 tumbas de los 47 ronin más famosos de Japón, más la del señor Asano que, esté donde esté, probablemente se sienta muy orgulloso de sus samurais.

Algunas de las tumbas de los 47 ronin.

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