Las 21 mejores películas de artes marciales del siglo XXI
Patadas voladoras, estilos milenarios y héroes legendarios: una antología con lo mejor que el género más ilustre de Asia nos ha ofrecido en los últimos años.
¿Te imaginas que el público de EE UU menospreciara a un director que se atreve con un western? Pues, para el público asiático (y, sobre todo, para el chino) el género artes marciales ocupa una dignidad comparable, si no superior, a la del cine de cowboys en Occidente: hablamos de una tradición milenaria, que el cine de por allá asimiló desde que empezó a rodar la primera cámara y que ha dado clásicos inmortales tanto en el siglo XX como en el XXI.
Para la iluminación espiritual de los cinemaníacos y cinemaníacas, presentamos aquí una antología que abarca desde las imágenes clásicas del wuxia (la vertiente más clásica del género en China, con sus escuelas de kung-fu, sus armas exóticas y sus héroes legendarios) hasta experimentos de autor, pasando por cumbres del policíaco, el drama… y también de la comedia, porque aquí hay espacio para todo.
Por cierto, ¿adivinas quién firma la única película occidental de nuestro informe? Seguro que ya te imaginas que su nombre empieza por “Q”.
Tigre y dragón (Ang Lee, 2000)
Para algunos amantes de las artes marciales, la excursión wuxia del director de Sentido y sensibilidad es un trabajo discretito dentro del conjunto del género. Para el gran público, no obstante, fue un pasaporte de lujo a los milenarios paisajes del Kung-fu, con un trío protagonista de primer orden (Chow Yun-Fat, ese actorazo, la gran Michelle Yeoh y una Zhang Ziyi primorosa) y las dosis justas de fantasía y drama para inocular el gusanillo. Todo ello respaldado, además, con el prestigio de cuatro Oscar.
La casa de las dagas voladoras (Zhang Yimou, 2004)
Nunca hay que olvidarlo: de la misma manera que los géneros clásicos de Occidente, el wuxia chino es una forma generosa en la que cabe de todo, mientras los combates molen. Así pues, no se sorprendan si decimos que el segundo experimento de Yimou (un director que se había hecho famoso gracias a dramones rurales e históricos como Sorgo rojo) es un noir de sospechas y conspiraciones, envuelto en una fotografía paradójicamente luminosa. Y, efectivamente, aquí también está Zhang Ziyi. ¿Pasa algo?
Ong bak (Prachya Pinkaew, 2002)
Agarraos, cinéfilos, que llega Tony Jaa directo desde Tailandia y dispuesto a probar que el mundo marcial no se acaba en China. Extremadamente coreográfica en sus escenas de lucha, y con una ambientación urbana que se sale de los parámetros del wuxia, esta oda desaforada al muay thai, sus patadones y sus codazos incluye además una de las mejores escenas de persecución (a pie) que pueden verse en el cine. Una pena que sus dos secuelas no estuvieran a la altura.
The Raid 2 (Gareth Evans, 2014)
Galés de nacimiento, Gareth Evans debutó en corto con una historia de samuráis y acabó hallando en Indonesia su tierra de promisión tras viajar allí para rodar documentales. Secuela de un filme igualmente espléndido (The Raid, 2011), este filme le sirve al cineasta para mostrarnos las virtudes del pencak silat, un arte marcial de efectos devastadores, a través de un guion muy noir y muy retorcido. La tercera entrega está en preparación.
Acantilado rojo (John Woo, 2008-2009)
En el libro de estilo del wuxia también hay sitio para las batallas épicas. Y, a fin de mostrarnos esa faceta, contamos con un cineasta excepcional: de vuelta en China tras un irregular periplo hollywoodiense, el maestro Woo adapta de forma apabullante un fragmento del Romance de los tres reinos, épico meganovelón histórico del siglo XIV que sigue haciendo furor por esos pagos. La monumental duración original del filme (¡casi 300 minutos!) fue reducida a algo menos de la mitad para su estreno en Occidente.
Fearless (Ronnie Wu, 2006)
Jet Li es otro de esos talentos asiáticos que volvieron a su tierra de origen tras una temporada irregular en Hollywood. De la misma manera, el director Ronnie Wu (La novia del cabello blanco) emigró al otro lado del Pacífico… para acabar rodando Freddy contra Jason. De regreso en China, ambos se alían para un estupendo biopic de Hou Yuanjia, legendario maestro de las artes marciales.
Kill Bill (Quentin Tarantino, 2003-2004)
¿Quién dijo que en Occidente no se hacen buenos filmes marciales? Con un cerebro lleno de películas de kung-fu, con su musa Uma Thurman katana en ristre y con su inimitable mano con la cámara, el shifu Tarantino rinde un catedralicio tributo en dos partes a los clásicos japoneses y de Hong Kong, con un reparto de campanillas (¡esa Daryl Hannah tuerta!) y sus habituales claroscuros morales.
Ip Man (Wilson Yip, 2008)
¿Otra película china de época? Pues sí. Y un biopic, además: Donnie Yen, bostoniano de adopción y procedente de un largo linaje marcial, se mete en la piel de uno de los grandes innovadores de las artes marciales, que acabaría siendo maestro del mismísimo Bruce Lee. La película es el primer capítulo de una tetralogía que ha llegado hasta el año 2019 con Ip Man 4: El final.
13 asesinos (Takashi Miike, 2010)
Lo que son las cosas: a estas alturas del informe, y todavía no hemos incluido ningún filme de samuráis. Ningún problema, porque Miike (un señor tan prolífico como demente) nos trae una película desaforada, bestial y trepidante, gracias a la cual es fácil entender por qué el público del Sol Naciente conoce al género de espadazos como chanbara: por el sonido que hace una katana bien afilada al cortar las entrañas de algún desprevenido…
Kung Fu sion (Stephen Chow, 2004)
Como hemos dicho ya (y como repetiremos) en el cine de artes marciales hay sitio para todo. Incluso para la comedia. Y, si esta comedia es un spoof rebosante de humor absurdo, cuyo director y protagonista conoce el género lo bastante a fondo como para llenar sus imágenes de guiños, alusiones y parodias de los clásicos, pues tanto mejor. Esta película se podría haber titulado Artes Marciales Movie, pero tiene demasiada clase para eso.
Ashes of Time Redux (Wong Kar-wai, 2008)
Reclutar a las mayores estrellas del cine de Hong Kong (Leslie Cheung, Tony Leung Ka-fai, Tony Leung Chiu-Wai, Maggie Cheung)… y rodar sus combates desenfocados, de modo que el público apenas se entere de lo que pasa. ¿A quién se le ocurre algo así? Pues al director de Deseando amar y Chunking Express, que toma su largometraje de 1994 (estrenado en España como Ese contraveneno del Oeste) para remontarlo, rediseñarlo y casi reescribirlo completamente. Una joyita experimental.
Duelo de dragones (Wilson Yip, 2005)
El título en inglés de esta película hongkonesa fue Killzone, y, créenos, se lo ganó a pulso. Dejamos por un momento las vestiduras de época (y de épica) para presentarte un noir asiático de esos que tanto inspiran a Tarantino, con Donnie Yen (Ip Man) como policía… y el veterano maestro Sammo Hung dándolo todo como ‘padrino’ señorial, de los de traje, corbata y ofertas irrenunciables. Una gozada, en definitiva.
Hero (Z. Yimou, 2002)
Nos reencontramos con el señor Yimou, ofreciéndote además su primer wuxia en condiciones: el futuro director de La casa de las dagas voladoras demostró su versatilidad en unos combates apabullantes (no podía ser menos, estando Jet Li al frente del reparto) narrados además mediante una elegantísima estructura de flashbacks… que, todo sea dicho, esconde cierta apología del caudillaje y el poder absoluto que debió encantarle a los censores chinos. En cualquier caso, la película es una joya.
Chocolate (P. Prinkaew, 2008)
No te confundas: esto no tiene nada que ver con las reposterías románticas de Johnny Depp y Juliette Binoche, y sí mucho que ver con el muay thai más destructivo. La formidable YeeJa Yanin interpreta a una chica autista que podría protagonizar un dramón de los de llorar mucho… salvo por el ‘pequeño’ detalle de que hace con las artes marciales lo que el Dustin Hoffman de Rain Man con la ruleta.
Zatoichi (Takeshi Kitano, 2003)
¿Es una película de samuráis? ¿Es un drama de época? ¿Es un musical? ¿Es una comedia? Más bien, es todo eso: grande como siempre, Kitano rescata a uno de los personajes más emblemáticos del cine japonés de artes marciales para interpretarlo en una película divertidísima, llena de escenas memorables y con un final de traca. No te confundas: este mercenario ciego tiene mucha vista.
Shaolin Soccer (S. Show, 2001)
¿Siempre pensaste que a Campeones le sobraba realismo? Pues aquí llega Stephen Chow (Kung Fu sion) para demostrar que quien puede propinar patadones en rostros ajenos también puede patear un balón con soltura. Esta comedia futbolera fue la puerta de entrada al lado más cachondo de las artes marciales para muchos espectadores de Occidente.
Cinturón negro (Shunichi Nagasaki, 2007)
Como demuestra su Furia oriental, el gran Bruce Lee no tenía el karate en mucha estima. Sentimos contradecir al maestro, porque en este filme (protagonizado por tres artistas marciales, y nipones, arrastrados por la turbulenta historia de su país) hay tantos golpes de mano como emoción y nobleza.
Azumi (Ryuhei Kitamura, 2003)
El japón del período Sengoku (la era de las grandes guerras civiles) no era un sitio hospitalario para las mujeres, precisamente. Pero a Azumi (Aya Ueto) eso le importa bien poco: hablamos de una asesina adolescente de pulso firme y corazón curtido por un entrenamiento infernal, que lleva desde su debut en cine conquistando a otakus y no-otakus con sus proezas.
The Grandmaster (Wong Kar-wai, 2013)
¿Qué ocurre cuando Wong Kar-wai adapta al cine la misma historia que inspiró Ip Man? Pues que tenemos entre manos una película muchísimo menos espectacular, y mucho más centrada en el drama humano. Y, además, con Tony Leung Chiu-Wai en uno de los mejores papeles de su carrera, lo cual es decir muchísimo.
Flash Point (Wilson Yip, 2007)
Dos años después de Duelo de dragones, Wilson Yip (detrás de la cámara) y Donnie Yen (detrás de los golpes capaces de tumbar a un elefante) volvieron a unirse para un policíaco un tanto menos memorable, pero aun así digno de figurar aquí gracias a sus tiroteos y su historia de lealtades cruzadas.
The Assassin (Hou Hsiao-hsien, 2015)
A estas alturas, debería estar claro: para los directores chinos, la acción y las artes marciales no son menesteres ‘menores’, con lo que pueden dedicarse a ellos sin menoscabo de su prestigio. De ahí que el autor de El vuelo del globo rojo y Millennium Mambo nos obsequie ahora con esta maravilla que promete revolucionar las reglas del género gracias a su realismo, su seriedad y la presencia escénica de la bellísima Shu Qi.