Los Orígenes del Sumo: Arte Marcial y Tradición.
Muy arraigado en la cultura japonesa, el sumo es un deporte de gran exigencia del que se dice que incluso los dioses lo practicaron. Promovido por emperadores y grandes señores feudales, esta disciplina deportiva, una de las más antiguas de Asia, ha llegado a trascender las fronteras de su país de origen.
Rikishi, kinjite, mae-tate-mitsu, dohyō, ozeki, yokozuna, mawashi… Estos términos que se utilizan en el sumo, unos de los deportes más famosos y populares de Japón, a la mayoría nos resultan desconocidos. Pero para una cultura como la japonesa, para la que el sumo es un deporte en el que tradición y religión van de la mano, son tan familiares como si en Occidente habláramos del fuera de juego o del saque de esquina refiriéndonos al fútbol. A continuación, veamos más cosas sobre esta ancestral tradición.
CRÓNICAS Y LEYENDAS
La primera referencia escrita sobre el sumo aparece en Kojiki o Crónica de los acontecimientos antiguos, un libro del año 712 y el ejemplo más antiguo de escritura japonesa. En una de sus leyendas se relata que la posesión del archipiélago japonés se determinó mediante un combate de sumo. Según esta narración, hace unos 2.500 años, Takemikazuchi, el dios del trueno y de la espada, fue enviado por la diosa Amaterasu para enfrentarse a Takeminakata, una divinidad asociada a la guerra, con el objetivo de pacificar Japón. Como resultado de ese enfrentamiento, el control de las islas se cedió al pueblo japonés, que lideraba Takemikazuchi, quien, supuestamente, fundó la dinastía imperial de la que procede el actual emperador.
– Según el Kojiki, hace unos 2.500 años, Takemikazuchi, el dios del trueno y de la espada, fue enviado por la diosa Amaterasu para enfrentarse a Takeminakata, divinidad asociada a la guerra, con el objetivo de pacificar Japón.
Hasta el siglo VIII es imposible determinar, salvo por estas leyendas, cuándo se originó el sumo en Japón. Gracias a algunas pinturas antiguas sabemos que el sumo se practicaba en rituales agrícolas para pedir buenas cosechas a los dioses. En aquellos tiempos, el sumo era una actividad violenta, una verdadera lucha a vida o muerte. En Nihon Shoki o Crónicas de Japón, escrito en el año 720, un grabado que lo ilustra muestra el primer combate entre mortales, que al parecer tuvo lugar en el año 23 a.C. Se dice que el emperador Suinin (29 a.C.-70 d.C.) solicitó a Nomi no Sukune, un alfarero de Izumo, que combatiera contra Taima no Kehaya, un matón que vivía la actual Nara. Los dos rivales lucharon durante unos instantes hasta que Sukune lanzó varios golpes devastadores sobre su rival, que resultó herido de muerte. Desde aquel momento, a Nomi no Sukune se le ha considerado el “padre” del sumo.
Ilustración de Nomi no Sukune realizada por Kikuchi Yōsai, uno de los grandes pintores japoneses del siglo XIX.
ARTE MARCIAL
Durante el reinado del emperador Saga (786-842), la práctica del sumo se fomentó como arte marcial. Se establecieron unas reglas, y desde 1185 hasta 1392, el sumo sólo era practicado por las élites guerreras. En febrero de 1578, un gran señor feudal, o daimyo, llamado Oda Nobunaga (1534-1582) reunió a unos 1.500 luchadores de sumo, o sumotori(aunque los japoneses prefieren llamarlos rikishi, que significa “hombre fuerte”), para celebrar un torneo en su castillo. Hasta aquel momento no se habían establecido límites para el combate; el espacio lo delimitaba el propio público, que formaba un círculo alrededor de los luchadores para observar el combate o para esperar su turno en la lucha. La cantidad de combates que se debían celebrar en un mismo día fue tal que Oda Nobunaga ordenó que se pintaran en el suelo unos límites circulares o dohyō, que simbolizan el cielo, donde se disputarían los combates a partir de entonces.
–Durante el reinado del emperador Saga (786 – 842), la práctica del sumo se fomentó como arte marcial en el que se establecieron unas reglas, y desde 1185 hasta el 1392, sólo era practicado por las élites guerreras.
Desde el período Sengoku, o de los Estados en guerra (a partir de 1467), hasta el periodo Edo (1603-1868), muchos daimyo ofrecieron patrocinar a los sumotori o rikishi más fuertes. Éstos no sólo recibían una generosa remuneración, sino que además adquirían el estatus de samurái, garantizándose así una buena vida. Muchos de los más prometedores rikishi rivalizaban con otros en el dohyō para conseguir que un gran señor se fijara en ellos. Fue también durante el período Edo cuando se estableció un sistema de clasificaciones en el que se indicaba el nombre del feudo al cual servían los participantes en vez de su lugar de nacimiento, tal como se hace hoy en día, en que se indica la prefectura de la cual es originaria la familia del rikishi y no su lugar de nacimiento.
El 11º yokozuna Shiranui Kōemon (izquierda) y el 13º yokozuna Kimenzan Tanigorō posando para una imagen coloreada tomada en 1866.
LOS RITUALES DEL SUMO
Tras el final del período Edo (también llamado era Tokugawa), los luchadores, especialmente de Kioto, Osaka y Tokio, practicaban un tipo de lucha que se llamó kanjinzumo, cuyas ganancias se emplearon para la construcción o reparación de altares, templos, puentes y otras obras públicas. Pero parte del dinero, desde luego, también se usaba para pagar a los rikishi, muchos de los cuales a la vez eran ronin (samuráis sin señor). Aunque, en realidad, la mayoría del dinero recogido se usaba principalmente como salario para los sumotori. El desarrollo de este estilo de lucha ha dado lugar a la actual Asociación Japonesa de Sumo (constituida en 1925), que ha preservado ese antiguo deporte hasta la actualidad. Por ejemplo, en el sumo actual se han conservado tradiciones como el tejado suspendido sobre el dohyo (con forma de un antiguo templo) y la vestimenta del árbitro, que simboliza el traje de caza de un guerrero japonés.
– Los luchadores, especialmente de Kioto, Osaka y Tokio, practicaban un tipo de lucha que se llamó kanjinzumo, cuyas ganancias se emplearon para la construcción o reparación de altares, templos, puentes y otras obras públicas.
Antes de comenzar un combate de sumo hay varios ritos que cada rikishi debe realizar: purificar el cuerpo y la mente enjuagándose la boca con agua y limpiándose el cuerpo con una toalla de papel. Para protegerse contra las lesiones, el rikishi arroja sal para purificar el ring (aunque ésto sólo lo hacen los luchadores de alto rango). Las reglas del sumo en sí son pocas, y no son complejas: el primer luchador en tocar el suelo con alguna parte de su cuerpo, a excepción de la planta de sus pies, queda eliminado. El primero en tomar contacto con el exterior del círculo de lucha (ya sea con sus pies o con cualquier otra parte de su cuerpo) también queda eliminado. Un luchador que utiliza una técnica ilegal o kinjite, como golpear en los ojos, estrangular, tirar del pelo, dar puñetazos, provocar luxaciones articulares u otras, queda eliminado. Si un luchador pierde el mawashi, la banda de seda con la que se ata el mae-tate-mitsu, una especie de delantal que cubre los riñones, queda asimismo eliminado.
En esta ilustración de 1856, el luchador de sumo Sakaigawa Namiemon, a la izquierda, disfruta de una fiesta junto a otros luchadores y un grupo de geishas.
EL SUMO EN LA ACTUALIDAD
Hoy en día, la popularidad del sumo ha traspasado las fronteras de Japón y muchos luchadores de países como Hawái, Mongolia, Brasil, Argentina y de Europa del Este se han ido incorporando a este deporte. En 1972, el hawaiano Takamiyama se convirtió en el primer extranjero en conseguir alzar la Copa del Emperador, trofeo de la máxima división en cada torneo. El luchador de origen samoano Konishiki Yasokichi se convirtió en 1987 en el primer ozeki extranjero (el segundo rango más alto en el sumo) de la historia. Y en 1993, el también hawaiano Akebono Tarō alcanzaba el título de yokozuna, el grado más alto del mundo del sumo. De hecho, fue el primer no japonés en conseguir dicho galardón. Desde entonces, otros extranjeros también han conseguido llegar a lo más alto del sumo como el samoano Fiamalu Penitani, rebautizado como Musashimaru Kōyō; el mongol Dolgorsürengiin Dagvadorj, que tomó el nombre japonés de Asashōryū Akinor, o el también mongol Mönkhbatyn Davaajargal, luego Hakuhō Shō.
– En la actualidad, la popularidad del sumo ha traspasado las fronteras de Japón y muchos luchadores de países como Hawái, Mongolia, Brasil, Argentina y de Europa del Este se han ido incorporando a este deporte.
Para finalizar este recorrido por los orígenes del sumo no debemos olvidarnos de su dieta. Hay quienes dicen que los rikishi pueden llegar a consumir 20.000 calorías diarias, divididas en dos sustanciosas comidas de 10.000 calorías cada una, una cantidad realmente exagerada. Pero otras versiones más creíbles señalan que en realidad estos enormes atletas consumen unas 4.000 calorías diarias. Su dieta incluiría la ingesta de tres litros de cerveza al día, y tras la comida deben dormir unas cuatro horas para ralentizar el metabolismo y fomentar la acumulación de grasa. El chankonabe, preparado por los los sumotori de las categorías inferiores, constituye el plato característico en la dieta de todo luchador de sumo. Se trata de una enorme olla en la que se mezclan todo tipo de proteínas como carnes de buey, cerdo, ternera, pollo, además de pescados y huevos que se cocinan con algas, tofu, verduras, vegetales, arroz, fideos y la inevitable cerveza, entre otros. Si nos preguntamos cómo es posible consumir tal cantidad de comida sin morir en el intento, nos remitimos a las palabras del luchador Kazumi Yoshinaga: “No es tan fácil comer veinte huevos al día si lo haces como los demás… Yo lo logré tomándomelos en forma de huevos duros”. Casi nada…